Conforme
me voy haciendo más mayor, me voy dando cuenta de que se menos cosas. Y sobre
todo, con respecto a la maternidad. Casi que aprendo todos los días algo nuevo.
Y es precisamente eso lo que nos hace volver a ser niños y disfrutar con ellos.
Recuerdo perfectamente el sobresalto y el
miedo que me asaltó cuando vi dos rayitas que me confirmaban que si, que íbamos
a incorporar a un nuevo miembro a la familia. Y en este caso, no era
una planta ni un perrito ni siquiera un ratón, sino un bebé hecho y derecho.
Asumí
que iba a ser mamá con mucha seguridad en mi misma. Como tía, había ejercido ya
de cambiadora de pañales, barman de biberones... Vamos, que esto no se me iba a
resistir. MENTIRA. El mundo dio la vuelta y se hizo un caos cuando acabé el
periplo del embarazo y el parto, que merece un capítulo aparte. Entre los
lloros, los cólicos, paseos pasillo arriba y abajo, mi autoconfianza se fue
marchando por la puerta de atrás. Hacer dos cosas a la vez y ejercer al mismo
tiempo de amiga, novia, freelance, público ocasional de conciertos, en mi caso
era inviable. Por no estar centrada en el ahora, no llegaba a nada.
No
soy mucho de dar consejos, hay madres, niños, familias y circunstancias
diferentes que necesitan enfoques distintos. A mí me ayudó pensar que ese
tiempo se esfuma y muy rápido, que todo lo demás puede esperar (trabajo,
amigos, aficiones) si te quieren verdaderamente y que lo más importante es
amor, paciencia y comprensión con tu bebé recién nacido para crear un fuerte
vínculo, que va más allá de lactancia materna o artificial. Si tu actitud es
"que se pare el mundo que ahora estoy con esto", abierta y sin
prejuicios, creo que serás mucho más feliz durante tu maternidad, sobre todo
los primeros meses. Animo y al toro!
Marina