Cuando vi las dos rayitas que me cambiaron la vida... entre muchos otros pensamientos, dudas y miedos... había algo que rondaba mi cabeza todo el rato, y era el peso. Durante muchos años fui una niña gordita, por lo que una vez que conseguí con deporte y cambio de alimentación llegar a mi peso adecuado, no quería perderlo. Esto puede sonar egoísta, pero no quería descuidarme en el embarazo y una vez que hubiese nacido mi bebé, no poder mirarme en el espejo.
Nunca
he sido de comer fruta ni verdura, soy bastante complicada para comer, pero si
algo tenía claro, que en el embarazo esto tenía cambiar, por mi bebé y por mí.
Desde el momento que me enteré de que estaba embarazada, comencé a comer fruta
diaria a media mañana, a la hora de la merienda siempre un zumo de naranja
natural (vitamina C, buenísima en el embarazo
y buenísima para no coger resfriados). A la hora de la comida, ya que
la verdura cruda o sin pasar no podía comerla, empecé a ver recetas para ver cómo
podía comer mucha verdura de una manera disimulada, a base de purés y mucha
verdura picada me acostumbré y ahora puedo decir que hasta me gusta!
Una
vez solucionado el tema de la alimentación, no quería perder mi rutina de
ir al gimnasio, me venía bien física y mentalmente, son momentos de
desconexión, en los que no piensas en nada y sales renovado. Después de
preguntar a matronas, médicos, ginecólogas, todos me aconsejaron que no lo
dejara pero me recomendaron algunos ejercicios.
Mi
rutina era muy sencilla, todos los días, en lugar de correr media hora como de
costumbre, hacía cinta o bicicleta estática durante media hora, ya que el
correr no está aconsejado porque los rebotes, sobre todo los primeros meses de
embarazo pueden ocasionar problemas. Después siempre hacia máquinas
de musculación pero sin demasiado peso, para no hacer sobre
esfuerzos. Según iba avanzando el embarazo, empecé a cambiar un poco la rutina,
sobre todo por la llegada del parto. Siempre un poco de cardio, media hora
de bici o andar pero a un ritmo suave y que no me subiera las
pulsaciones demasiado. Hay que escuchar a tu cuerpo, es el que te manda
señales de lo que tienes o no que hacer... Recuerdo que mi bebe siempre que
hacia más bici de la cuenta o que estaba incomoda, me daba
muchas patadas y se movía mucho... sin embargo cuando todo iba bien no
se movía, y lo hacia una vez terminada la rutina.
En
el tercer trimestre de embarazo, empecé a hacer ejercicios con pelota
de Pilates. Estos ejercicios te ayudan a que el bebé se vaya colocando y a
la vez fortalecemos el suelo pélvico, muy importante a la hora del parto y
del post parto. No soy mucho de nadar, pero sí que lo hice en algunas ocasiones
y es una sensación buenísima, no te pesa el cuerpo, te relaja y te ayuda a
descansar. La natación es el ejercicio más recomendable en el embarazo, siempre
con precaución. En mi caso, que soy de tensión baja, meterme en la piscina del
gimnasio con tanto color me provocó algún que otro mareo sin
importancia.
Empecé a
notar contracciones un miércoles, la primera a las 8 de la mañana; un día
antes, el martes por la tarde, cogí mi bolsa del gimnasio y repetí mi
rutina, cardio y ejercicios con pelota. Cuidarme durante el embarazo
me ha servido para tener un parto buenísimo, y un post parto mejor. En
total no llegué a aumentar mi peso en el embarazo más de 10 kg y todo
gracias a la buena alimentación y el deporte.
Recuerda
que tu bebé es importante, pero tú también, no te descuides en el embarazo
y siéntete guapa y a gusto con los cambios que va teniendo tu cuerpo.
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